jueves, 28 de abril de 2011

Segunda Estrella: Moneda de Cambio (I)

   Segunda estrella: más recuerdos.
No sé cómo llegó aquella moneda al bolsillo de mi delantal. En este caso no es que no lo recuerde: realmente no lo sé. Recuerdo la sombra de un hombre, un choque casual. Un estremecimiento, una mala sensación… Y nada más. A mi alrededor todo seguía imperturbable: La música, los gritos, las risas, las canciones de los borrachos y los gemidos que venían de las habitaciones de arriba. Era una noche como cualquier otra en un burdel como cualquier otro… Y a la vez, nada era como se esperaba que fuese. Al menos, no aquella noche.
Los nuevos visitantes llamaban la atención. Demasiado. Mi compañera tras la barra no dejaba de lanzar risitas, enunciando todas y cada una de las virtudes de ambos. Uno parecía más joven, el otro tenía un porte más varonil. La sonrisa del rubio era absolutamente seductora,  los ojos verdes de su acompañante eran inevitablemente hechizantes. Pronto me aislé de su perorata y de sus suspiros, que no hacían más que acompañar a la tanda de halagos que muchas de mis otras compañeras les atañían. Las más prácticas se fijaban en sus ropas, en que sus bolsillos fuesen bien llenos. ¿Por qué no llevarse un buen cobro por un buen servicio… y aprovechar a hacerlo con buenos hombres? En sus cabezas el plan parecía más que apetecible. En la mía sólo estaba el orden de las cervezas y las sonrisas que debía dedicar a cada persona repartida en el local.
Quizá por ser la única que no estaba interesada en brindarles más servicios fui quien tuvo que encargarse de la cuenta de aquellos hombres que, sin saberlo, habían empezado ya a cambiar la rutina de aquel lugar… Y la mía misma.
El que habló primero fue Gharin. Su rostro de alabastro se giró hacia mí con la sonrisa de quien no está acostumbrado al rechazo. En sus ojos de cielo residían las historias que podría contar un trovador. Fue aquella mirada la que me recorrió por entero, juzgándome y comparándome con las demás. La sonrisa se extendió por sus labios, pero recuerdo haberme mostrado indiferente, quizá casi hastiada. Consideré, equívocamente, que no debía ser muy diferente al resto de los hombres que allí se encontraban. Así que como habría hecho con cualquiera de los demás le sonreí con encanto y obvié los pensamientos que debían estar recorriéndole la mente… Sin duda, todos ellos relacionados con el piso de arriba.
Apenas sí le escuché. ¿No he dicho ya lo peligrosa que es la curiosidad? Mis ojos me traicionaron… Y pronto estaba mirándole a él.
Allwënn era completamente opuesto a su amigo. Gharin siempre tuvo elegancia; sus rasgos resultaban más finos, semejantes casi a la porcelana: su rostro no llegaba a la feminidad, pero cierto era que sí tocaba una belleza más delicada, casi frágil, propia de su sangre de elfo. Pero Allwënn… Allwënn siempre fue diferente. Incluso en aquel momento, yo debí haberlo imaginado. No sabía nada de él, no sabía quién era, cómo o por qué. Pero de alguna manera lo supe. Supe que él era especial, que él no era nada que hubiese visto antes o que fuese a volver a ver. Nunca existió nadie como él. Nunca lo hará.
Sus cabellos eran largos, negros como una noche sin luna, sin estrellas a las que confesarse o en las que buscar huecos. Donde el rostro de Gharin resultaba suave, joven, el semblante de Allwënn parecía más curtido y la barba incipiente nacía de sus mejillas. Eran diferentes… Y, a la vez, eran sorprendentemente iguales. Nunca nadie pudo entenderse tan bien como ellos. Nunca una amistad podría soportar todo lo que ellos soportaron. Gharin guardaba en su mirada cuentos de bardo, historias de aventuras y mujeres, pero en la de Allwënn se escondían historias de heridas y sufrimiento. Y algo más: Sus ojos verdes seguían vigilantes, mirando alrededor, buscando algo que yo no podía entender. Había algo más que un par de cervezas frías y un lecho caliente en las intenciones de aquellos hombres. Había un secreto.
No podía imaginar hasta qué punto aquella moneda en mi delantal estaba relacionada con él.

lunes, 25 de abril de 2011

Primera Estrella: Destino

Primera estrella. Primer recuerdo.
Aquel tugurio. Las voces de fiesta, las trifulcas normales en aquel lugar. Un reflejo mío en el espejo del que yo ni siquiera parecía ser consciente. Más voces. Todo empieza en ese momento: una habitación cerrada, gritos que me llaman, espacios borrosos en mi memoria pobre. Hay caricias de manos toscas. No en mi cuerpo (por suerte) pero sí en el de las demás chicas. Reconozco rostros que conocí y a los que ya no consigo ponerles nombre. Todo parece una competición por ganar al mejor cliente… y con él, a su dinero.
¿Cómo llegué allí? Mi pregunta a las estrellas que me rodean nunca es respondida. A veces mis compañeras me miran burlonas, como si supieran perfectamente que nunca lo averiguaré. Es paradójico no poder recodar el pasado y vivir con la certeza de lo que pasará en el futuro.
Las imágenes parecen volverse más vívidas a cada segundo de tiempo que se vuelve eternidad en mi espacio. Los bocetos se convierten en figuras más definidas, las imágenes en blanco y negro dejan poco a poco motas pequeñas de color. Hay retazos de una discusión con alguien… No importa. La sensación del cambio que suponía aquella noche todavía parece acariciar mi cuerpo como la primera vez, estremeciéndome, dejándome la garganta seca.
Hay momentos en los que los detalles más ínfimos pueden truncar la vida de alguien para siempre. Hay lazos que sencillamente tienen que unirse, más tarde o más temprano. Lo llaman Destino… y estoy segura de que fue Él quien decidió que yo debía encontrarme con Allwënn y Gharin.
Fue aquella noche. Entraron por la puerta de aquel antro mirando alrededor con ojos vigilantes uno y otro con ojos satisfechos con lo que veía: Gharin siempre disfrutó con faldas cortas y escotes grandes. Allwënn estaba tenso, y no de la manera en que cabría esperar de un hombre en un lugar así. Recuerdo sus ojos verdes examinándolo todo. Por aquel entonces sólo me pareció alguien tacaño que temía que en un tabuco como en el que yo estaba no se pudieran satisfacer todos sus deseos: De descanso… o de lo que gustase.
Al principio no me fijé en ellos. Tras la barra, atendiendo los pedidos de hombres rudos, no tuve tiempo. Mis compañeras se negaron a hacer lo que yo hice. Una tras una, todas levantaron la vista y empezaron los murmullos: Los nuevos clientes parecían diferentes a la escoria que solía rondar por allí. No me interesaron… Al principio. La expectación provoca curiosidad y la curiosidad me llevó a mí a alzar la mirada.
Fue en ese momento cuando los ojos de Allwënn y su escrutinio intensivo chocaron de frente con la curiosidad de los míos.
El Destino había decidido. En ese preciso instante, hizo una lazada perfecta que ligó mi vida y la de Allwënn para siempre.
Nada ni nadie podría haberlo evitado.

sábado, 23 de abril de 2011

En el hueco de una estrella

Hace mucho tiempo que mi pasado renegó de mi memoria… Pero hay recuerdos que no se pueden olvidar.

No hay nada anterior a aquel tugurio. No hay nada excepto oscuridad. No hay nada anterior a aquella noche en la que el fuego lo consumió todo para darme una nueva vida. No hay nada… antes de que le conociese a él.
Lo he pensado muchas veces. Me ha sobrado tiempo para pensar, después de todo. Puede que simplemente no tenga pasado antes de que él apareciese en mi vida… Porque no lo necesitaba Puede que él fuese absolutamente lo único que yo debía tener. Lo único que yo debía conocer. Lo único que yo debía amar. Y puede que también sea por eso por lo que recuerdo todo como si lo viviera aún ahora…
Hay veces que miro a mi alrededor y lo veo todo con claridad. Veo el centelleo divertido en sus ojos y los grandes esfuerzos que solía hacer por que no se le descubriese una sonrisa en los labios. También escucho los errores de su voluntad cuando muy a su pesar reía o se acercaba a mí más de lo que al principio ninguno de los dos habríamos supuesto. No sólo hay sitio para él en los recuerdos de aquellos días. En mi memoria también suele asomar la voz burlesca y seductora de un joven que todavía llama a mis sueños con las melodías de sirena de su laúd. Muchas veces me he descubierto murmurando la letra olvidada de una canción, trasportándome sin quererlo a reuniones secretas frente a un fuego consumido por la noche.
Todo eso ha quedado ya muy atrás, pero sigue vivo en mí, más importante de lo que nadie podría imaginar. Yo misma me siento más real viviendo en retazos de recuerdos lejanos. Casi puedo acariciarlos, tocarlos, cogerlos entre mis manos para rememorar mejor cada sensación, cada momento. Bajo las yemas de mis dedos reside todavía el tacto áspero de las manos heridas de aquel hombre. En mi cuerpo aún se mantienen ardientes todas las caricias que él me prodigó tantas veces. En mis labios se guardan todas las sonrisas que el sol me arrancó al amanecer con él a mi lado. En mi boca… En mi boca se ha quedado impreso el sabor de aquel mestizo al que un día amé.
Sin embargo, a menudo me sorprendo descubriendo una vez más que los recuerdos me traicionan. Que cuando se acercan, suaves, tan dulces, nunca se dejan coger. Se disuelven entre mis dedos como arena fina, escapando por mucho que yo apriete las manos. Al final la única realidad que puedo sostener de verdad es la de mi hogar, la del sitio en el que habito.
Hace mucho tiempo… Conocí a alguien que contaba estrellas para descubrir un hueco entre ellas. Decía que cuando lo encontrase, sabría que la mujer que era sólo para él, la mujer estrella, habría bajado del cielo y entonces podría buscarla.
Hace mucho tiempo yo amé a ese hombre y él me amó a mí.
Hace mucho tiempo alguien decidió que mi nombre sería Äriel.
Desde hace mucho tiempo… Habito en el hueco de una estrella.
¿Me ves… Allwënn?