Primera estrella. Primer recuerdo.
Aquel tugurio. Las voces de fiesta, las trifulcas normales en aquel lugar. Un reflejo mío en el espejo del que yo ni siquiera parecía ser consciente. Más voces. Todo empieza en ese momento: una habitación cerrada, gritos que me llaman, espacios borrosos en mi memoria pobre. Hay caricias de manos toscas. No en mi cuerpo (por suerte) pero sí en el de las demás chicas. Reconozco rostros que conocí y a los que ya no consigo ponerles nombre. Todo parece una competición por ganar al mejor cliente… y con él, a su dinero.
¿Cómo llegué allí? Mi pregunta a las estrellas que me rodean nunca es respondida. A veces mis compañeras me miran burlonas, como si supieran perfectamente que nunca lo averiguaré. Es paradójico no poder recodar el pasado y vivir con la certeza de lo que pasará en el futuro.
Las imágenes parecen volverse más vívidas a cada segundo de tiempo que se vuelve eternidad en mi espacio. Los bocetos se convierten en figuras más definidas, las imágenes en blanco y negro dejan poco a poco motas pequeñas de color. Hay retazos de una discusión con alguien… No importa. La sensación del cambio que suponía aquella noche todavía parece acariciar mi cuerpo como la primera vez, estremeciéndome, dejándome la garganta seca.
Hay momentos en los que los detalles más ínfimos pueden truncar la vida de alguien para siempre. Hay lazos que sencillamente tienen que unirse, más tarde o más temprano. Lo llaman Destino… y estoy segura de que fue Él quien decidió que yo debía encontrarme con Allwënn y Gharin.
Fue aquella noche. Entraron por la puerta de aquel antro mirando alrededor con ojos vigilantes uno y otro con ojos satisfechos con lo que veía: Gharin siempre disfrutó con faldas cortas y escotes grandes. Allwënn estaba tenso, y no de la manera en que cabría esperar de un hombre en un lugar así. Recuerdo sus ojos verdes examinándolo todo. Por aquel entonces sólo me pareció alguien tacaño que temía que en un tabuco como en el que yo estaba no se pudieran satisfacer todos sus deseos: De descanso… o de lo que gustase.
Al principio no me fijé en ellos. Tras la barra, atendiendo los pedidos de hombres rudos, no tuve tiempo. Mis compañeras se negaron a hacer lo que yo hice. Una tras una, todas levantaron la vista y empezaron los murmullos: Los nuevos clientes parecían diferentes a la escoria que solía rondar por allí. No me interesaron… Al principio. La expectación provoca curiosidad y la curiosidad me llevó a mí a alzar la mirada.
Fue en ese momento cuando los ojos de Allwënn y su escrutinio intensivo chocaron de frente con la curiosidad de los míos.
El Destino había decidido. En ese preciso instante, hizo una lazada perfecta que ligó mi vida y la de Allwënn para siempre.
Nada ni nadie podría haberlo evitado.
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